miércoles, 26 de octubre de 2011

Manuel Rodríguez Rivero opina acerca de Shakespeare

Shakespeare fue un fraude, una patraña astutamente pergeñada para ocultar la verdadera identidad del autor de obras que se le atribuyen. Esa es la hipótesis de la que parte Anonymous, la película de Roland Emmerich que se estrenará dentro de unos días en los cines británicos y norteamericanos. Al director de palomiteros éxitos apocalípticos, como El día de mañana (2004) o 2012 (2009), no se le han escapado las posibilidades comerciales del viejo mito de naturaleza conspirativa que convierte a la primera gloria nacional de las letras inglesas en el centro de un rocambolesco thriller histórico. Todo ello ambientado en un Londres isabelino diseñado por ordenador y poblado por personajes ataviados para influir en el prêt-à-porter de la próxima temporada. No importa que la crítica cinematográfica y muchos eruditos shakespearianos hayan puesto el grito en el cielo ante las numerosas incoherencias del guion: con esos ingredientes y un reparto en el que alternan viejas glorias (Vanessa Redgrave) con nuevas celebridades (Rhys Ifans, Joely Richardson), el taquillazo parece asegurado. Sobre todo si recordamos el éxito internacional obtenido por Shakespeare enamorado (1998), en la que John Madden mezclaba con tanta habilidad como desparpajo ficción histórica con personajes reales y situaciones de las obras del autor.

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