El escritor es más adicto al cine que a los libros. En estratégicas estanterías colocadas en encrucijadas domésticas se conservan al menos 3.000 películas. Pagadas religiosamente y con la leve incomodidad del que se siente un poco engañado cuando suelta 17 euros por un filme francés de los cuarenta sabiendo que los creadores de aquello no percibirán un céntimo. Mayor que la incomodidad es su credo. "Mi religión no me permite bajarcosas", dice Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) con claridad manifiesta pese al vago enunciado.
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